FOTO: Kirsty Mitchell
Los muertos de la primavera
Sonríen más y tienen menos
Rancio y acidez
Casi huelen bien, casi.
Las flores en lo cajón
De los muertos de la
primavera
Son las más vivas y dejan
Los muertos colorados
Mismo cuando blancas.
Los muertos del verano
Son blandos, perezosos
Son de fácil derretir
Son de arena y sal
Se elevan rápidamente al
cielo
Explotan como fuegos
artificiales
Líquidos desaparecen ligero
Tienen casi más alegría que
muerte
Pues en lo sol sudan su
tristeza.
Los muertos del otoño
Son introspectivos, no
hablan
Duermen demás, siquiera
sueñan
Tienen fina polvareda en los
ojos
La vida no les hace falta
No hay tanta diferencia
Del vivo que este fuera
Del muerto que ahora o es.
Su serenidad u somnolencia
Viene de la semilla que se
hizo
En lo encerar de la estación
de la vida.
Los muertos de lo invierno
son duros
Perpetuos a sí mismos
eternizan
En lágrimas cristalizadas
Que no pudieran salir por
los ojos
Son internas, clavadas en la
carne
Propagando frío y soledad
Debajo y por sobre la piel.
Los muertos de lo invierno a
pesar de lo
Distanciamiento de todo
Nada exige, nada quieren
Morir los satisficieran en
vida
Nada más los completó
Tan maravillosamente cuánto
la muerte.
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